Siempre se consideró esta chacina, como la causante de flatulencias y ardentías; qué equivocados estábamos, un producto tan inocente, con unos ingredientes tan poco sospechosos como la sangre de cerdo o la cebolla y en ocasiones el arroz; aunque las recetas son infinitas. A mí no me gusta la morcilla, para qué vamos a andar con rodeos. Estando de tapeo en Valladolid, piqué una cosa negra que parecía morcilla, alguien dijo: esos son morros, y ¿qué son morros?, los labios de la vaca. Salí corriendo hacia los lavabos a soltar la papa, por eso la morcilla, a mí…, quizá la ibérica ahumada, en ocasiones especiales con un buen vino de Rioja, o de donde sea, que esté bueno al paladar para que apague el grasiento sabor de esa cosa negruzca que sale de una tripa asquerosa y chorreante. En mi restaurante solía tener en la carta la tabla variada de morcillas: de arroz, de cebolla, ibérica ahumada de Jabugo, de Ronda, y otras muchas más. Después de cortar y llenar los platos me lavaba las manos con abundante jabón. Se me nublaba la vista cuando veía a aquellos señorones con la tripa a punto de reventar, meterse entre pecho y espalda aquellos tablones rebosantes de jamón auténtico de bellota, tablas variadas de quesos, manchegos, de cabra, curados en aceite del Mondrón, tortas del Casar, y otros muchos más.
-¡Joven, más platos de chorizo, salchichón y caña de lomo, y dos botellas más de vino!-
Echaba una ojeada al horno, donde se doraban las patas de cabrito, una por comensal, con su guarnición de patatas fritas.
La sociedad gastronómica de los miércoles, se reunía para degustar todos los menús de los distintos restaurantes de la ciudad, esta vez me ha tocado a mí; qué manera de comer más bestia.
-Usted no pare de poner platos de su cocina, de todo lo que tenga, queremos probarlo todo, ahora, eso sí, no deje espacios muertos, o nos tomaremos el café y ¡Adios!-.
Para entretenerles, les iba sirviendo degustaciones de caldereta de cordero, manitas de cerdo, ancas de rana, migas con chorizo, unos cuantos platitos de venado al horno y jabalí, atún encebollado, salmón marinado, con sus alcaparras y todo.
-Y traiga dos botellas más de esas del gollete lacrado, ¡ah! sí, Jaloco Gran Reserva de Bodegas Medina de Zafra-.
Subía las dos botellas, y delante de ellos le rompía el lacre, poniéndolo todo perdido de trocitos colorados, -este vino está galardonado en España y otros países con muchos premios.
La camarera detrás de mí, dejó la sopera en la mesa y cogiendo los platos los fue rellenando de aquel espeso brebaje que olía a gloria bendita, con sus trozos de rape, la carne de conchas finas, cigalas peladas, almejas, mejillones, filetes de mero, carne desmenuzada de las patas de centollos, el olor a mar era inconfundible.
Uno de los más comilones, sí, el de la corbata a rayas rojas y azules, ese señor se ha ido aflojando los puntos de la correa que le aprieta desde que llegó, tiene la cara abotargada, se pasa la servilleta color salmón para secarse el sudor de la frente, de vez en cuando se levanta y da unas vueltas por el salón,- para que le baje la morcilla, decía-.
El jovencito que continuamente hablaba por el móvil, me dice que no quiere patita al horno, que le gustaría comerse el rodaballo que adorna la estantería del expositor, al horno, si es posible. Cuando me solicitan rodaballo, tengo que recurrir a Gúnter Grass y a su voluminosa e incomprensible novela El Rodaballo, escoger una de las cientos de recetas que nos descubre gracias a su abuela y proponérselo al cliente, casi siempre dando su aprobación.
El aroma de las patitas asadas va saliendo por las ventanas y llenando el paisaje de abiertos orificios nasales de futuros clientes. El señor de la corbata roja y azul, camina sin perder de vista la bandeja que le pertenece y de la que empieza a dar buena cuenta. Los ojos ensangrentados, la nariz como el rojo estampado de su corbata, ya no puede hablar, apenas farfulla algunos monosílabos. De postre, natillas… eso, eso, con la galletita y también whisky para todos.
Eso fue como la espoleta que se presenta sin avisar en medio del estómago, y a nuestro amigo, tratando de darse aires con la carta de los postres, se le iba poniendo la cara azul, como un globo a punto e estallar, los demás se iban retirando de él, al final todo el mundo corría hacia la calle. La bomba de Hirosima era un petardito al lado de aquella eclosión; las tripas llenas de grasa y alcohol colgaban de las lámparas; un trozo de hígado resbalaba por la pared; pedazos de jamón, queso, almejas, la gran variedad de mariscos engullidos durante toda la jornada iba formando un mosaico tenebroso y todo el salón era una masa informe sanguinolenta. Desde la calle, se vislumbraban los trozos de morcilla sin digerir resbalando por los cristales de la puerta en su viaje inexorable hacia el suelo.
Bueno Carlos, todo no va a ser poesía y flores acompañadas de celestiales melodías. Como en la vida misma tiene que existir de todo, así que, prepárate un tarro de sal de frutas antes de leer este indigerible relato.
Un afectuoso y cariñoso abrazo para los dos de Mila y mío.
Santi.
Bueno…. yo iba a cenar, pero ahora…. hummmm, no sé… tengo una sensación como de estómago muy lleno… Mejor una frutita y nada más.
Voy a abrir la ventana, porque se ha quedado un olor en la habitación como a morcilla o así, pero ¿cómo es posible? ¿Ya llegan los olores por internet?
No sé, no sé… todo esto me parece muy raro esta noche. Creo que voy a apagar el ordenador… me estoy mareando…. ¡¡¡¡guaaaaaggggggg!!!!
Perdón, voy al baño…. ¡¡¡aaaaajjjjjjjjj!!!
By: caberna on 11 diciembre 2009
at 22:06
¿Que te crees que no hay gente así?, yo los he conocido, con ese voraz apetito, no han reventado de milagro, pero yo me alejaba por si acaso.
Aquellas comilonas de empresa, donde no había límite de gastos, algunos parecían que no iban a comer más en la vida, a los camareros les salían callos en los pies de tanto dar viajes a la cocina. He visto comer a una persona hasta el punto de tener una obstrucción intestinal y no utilizar el WC en un montón de días. Hubo que hacerle una irrigación urgente, con el correspondiente salida de madres de lo retenido y poner al pobre médico y a las pobres enfermeras…, espero que esto no lo lea nadie en la sobremesa.
¡Ah!, si no os veo el domingo, ¡¡FELICIDADES A LUCIA POR SU SANTO!!
By: Santiago on 12 diciembre 2009
at 01:21
Una mandarina, una mandarina he cenado yo y…se me está atragantando…eh!! Si hubiera llegado a tiempo de este relato, te envío un suculento Baklawa que seguro que hubiera engullido también ese señor de la corbata, pero claro, también habría habido pistachos volando por el local. Puagggggg…!!!
Solo de pensar que vienen las Navidades, ya me entran nauseas después de leer esto. Casi que copio el relato y se lo leo a la familia antes de la cena de Nochebuena…comerán menos y así me quedarán recursos para alimentarnos una semana sin tener que cocinar más, jejejeje.
Besitos «lechugueros», sin aliñar ni nassss 🙂
By: Gebirg on 11 diciembre 2009
at 23:32
Ese Baklawa me lo hubiera guarda para mí, seguro que está buenísimo.
Siento que se atragantara la mandarina; pero la culpa es del editor ¿mira que ponerlo a la hora de fagina!; pero esto es así, yo creo que los camareros de los grandes restaurantes, tienen que soñar con esta clase de historias, pués al ver tanta cantidad de viandas, tantos olores diferentes y tanta gente engullendo se les quitan las ganas de comer y lo único que toman es líquido, y luego sueñan con lo que sueñan, pués eso sueñan con bloques congelados de hidrógeno flotando en mares de metano líquido.
Besitos, aunque sean con lechuga.
By: Santiago on 12 diciembre 2009
at 01:38
JEJEJEJEJE,,,,,,, Menos mal que lo estoy leyendo a las 12 de la mañana.
¡¡Me has engañado Santi !! al principio me estaba relamiendo y lo estaba pasando de miedo, pero al final hasta me dolia la barriga y parecia que el que habia reventado era Yo MIsmo.
La proxima pon en la cabecera «NO APTA PARA………
Me voy acostar la siesta sin comer.
Hasta luego.
By: YO MISMO on 12 diciembre 2009
at 13:20
Esto es una advertencia para esta fiestas, que por obligación, nos tenemos que poner hasta aquí ( o sea el gorro ) de comistrajos. Hay un dicho que dice: de grandes cenas están las tumbas llenas.
A cuidarse, y recordad que somos lo que comemos.
By: Santiago on 13 diciembre 2009
at 13:46
¡Lo sabía, tío! Lo veía venir, lo veía venir, lo veía venir… Conociéndote como nos vamos conociendo -a base de lecturas- esta solución era lo más congruente…
Me ha encantado. Precisamente ayer compré -sin que sirva de precedente- una morcilla de Burgos…
By: Milano on 12 diciembre 2009
at 22:57
¡Qué pillo eres!, me estás cogiendo el tranquillo, a partir de ahora cambiaré de estilo literario; más que nada, para no aburrir.
Que aproveche esa morcillita, y si puedes, repártela entre tus vecinos.
By: Santiago on 13 diciembre 2009
at 13:53