Mientras sorbíamos nuestros cafés, diseñamos un plan de trabajo. Podríamos ir al Director General de Seguridad, tienen una relación de todos nosotros muy completa; pero habría que dar tantas explicaciones. Lo primero es buscar en el archivo general.
Después de estar tres horas buscando, por fin dimos con un apellido Gracia de Ribadeneira, una señora que vive aquí en Madrid, en la calle de Ibiza, número dos, de nombre Clementina. Nacida en mil novecientos seis. Los saltos y los gritos de alegría retumbaron en los umbríos pasillos del Ministerio, tres hombres que pasaban en ese momento se volvieron intrigados, uno de ellos, un señor de unos setenta años, con el pelo completamente blanco, con cara de pocos amigos asomándose por la puerta nos increpó: -¿que hacen ustedes aquí con ese alboroto?-, los dos hombres que le acompañaban se introdujeron en la habitación, vigilando nuestros movimientos.
-Nada, que hemos solucionado un problema y lo estamos celebrando-, y siguieron su camino.
-¡Ahí va, Don Camilo!-, dijo mi amigo.
-¿Y quién es Don Camilo?,- Es el todopoderoso y el terrorífico para muchos españoles Ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega.
-¿Que nos puede pasar?, -se puede esperar cualquier cosa-, ¡bah!, no estamos haciendo nada malo.
Bien, me voy, tal vez vaya a visitar a esa señora esta misma noche, y poder esclarecer el asunto del manuscrito.
Me despedí de mi amigo dándole las gracias por el favor, y la llegar al final del pasillo, me volví para decirle adiós con la mano, cuándo me salieron al paso los dos hombres que anteriormente habían entrado en la sala de los archivos.
-Tiene que acompañarnos, el Sr. Ministro le quiere hacer algunas preguntas-.
-Vd. entra y sale de la Embajada británica como si fuera su casa, y ahora le ven aquí, buscando no se qué en nuestros archivos,- ¿no tiene nada que decir?, -me preguntó aquél siniestro personaje, cuyo único mérito para estar en su poltrona consistía en haber matado mas españoles decentes que nadie en la guerra civil, por eso su caudillo le premió con el ascenso a Capitán General y lo mantuvo de ministro hasta que se aburrió de encarcelar a verdaderos demócratas.
Me temblaban las piernas, el color de mi cara, normalmente sonrosado notaba como se me empalidecía y un sudor frío me corría por la frente.

Edificio de la Comunidad de Madrid, antigua sede de la Dirección General de Seguridad franquista
No me dejó hablar, dio la orden para que me llevaran a la Dirección General y me interrogaran hasta que solucionaran este espinoso asunto.
En una lóbrega mazmorra medieval, con un camastro y una andrajosa manta, incomunicado, sin saber de que me acusaban, pasé aquella primera noche en la DGS. Qué impotencia sentí, no poder llamar a mi casa, que estarían preocupados por mi paradero.
Me acusaban de espionaje. No quise decir nada sobre el manuscrito encontrado en la Biblioteca, tan solo dije que buscaba el paradero de un pariente, por eso acudí a mi amigo. -A tu amigo también los hemos cazado y está en la celda contigua, seguro que cantará muy pronto.
Tres días me tuvieron haciéndome absurdas preguntas. Mis padres como locos buscándome por todo Madrid. Supieron de mi paradero por alguien del Ministerio que llamó a la familia de mi amigo el funcionario. Al fin pude ver a mis padres, pero de salir nada de nada. Se dio parte a la Embajada Británica y enviaron el siguiente comunicado:
«Sr. Ministro de Gobernación: Deje libre inmediatamente a ese muchacho, que es absolutamente inocente de cualquier cargo que se le impute, si no quiere vd. que se convierta este asunto en un conflicto diplomático».
Nos pusieron a lo dos en libertad sin más preámbulos.
A los pocos días, una vez repuesto del susto, retomé la decisión de buscar parientes de Gracia de Ribadeneira, y como la primera encontrada fue Doña Clementina, hacia su casa me dirigí.
CONTINUARÁ…
Santi.
Aquí está la tercera entrega, en sábado tal y como os prometí. Eso sí, son las primeras horas de este sábado que todavía no sé si será tan luminoso como ha sido el viernes; espero que sí.
Pues interesante se va poniendo esto… ¿verdad?
Muy bueno y muy bien contado, así, con todos sus detalles…
Bueno, paciencia, queridos lectores que ya se acerca el desenlace final.
Mañana domingo lo cuelgo, que acabo de recibirlo y aún está calentito del horno.
Fdo.
El impresor
By: caberna on 14 noviembre 2009
at 02:24
¡Qué grande es esto, de veras vecino!. Jamás comprenderé como es posible que sea capaz de poner en un sitio público estas escenas que dormitaban en el más recóndito rincón de mis neuronas cerebrales. Espero que no se conviertan las playas de Benzú en las chirigotas de aquellos duros antiguos que tanto en Cádiz dieron que hablar. Pido perdón de antemano, si alguno se siente zaherido por esta historias, ¿verdaderas?, ¿inventadas?.¿ Quí lo sá?
By: Santiago on 15 noviembre 2009
at 02:16
Anda que me lo iba a perder yo!!! 🙂
Esa frase de…»no estamos haciendo nada malo»…, no tenía sentido en aquellos tiempos, pero…ni siquiera dentro de tu casa.
Mañana vengo a por más. Gracias Santi y caberna 🙂
By: Gebirg on 14 noviembre 2009
at 08:35
¡Bueno! ¿que hago? ¡Pues eso !.
¡Esperar! pero como no fumo. pues «Agua» y «Ajo!
HASTA MAÑANA, SANTI Y CABERNA
By: YO MISMO on 15 noviembre 2009
at 01:24
Pués sí, muchas veces tuvimos que repetir la famosa frase «no estábamos haciendo nada malo», yo por lo menos tuve que decirla en varias ocasiones; pero , ni por esas. Nos tenían acogotado por unos pocos gramos de plomo; pero algunos pensábamos: «¿ Y qué son unos pocos gramos, contra todo el raciocinio heredado de los libros desde Aristóteles, Descartes, Voltaire, Malebranche, Kant, Hegel, Marcuse. etc. ¡Vayamos adelante, tenemos un gran parapeto contra sus inocentes balas!
By: Santiago on 15 noviembre 2009
at 02:32
No desesperes YO MISMO, es una historia sacada de la vida misma, y por tanto no se puede esperar grandes acontecimientos, se diluirá en la existencia de los protagonistas, y se acostumbrarán a convivir con sus recuerdos.
Espero que consigas permanecer en el saludable vicio de no fumar, como yo hice hace diez años y medio.
Un abrazo y gracias por participar en este «bicoloquio», vecino Odonero.
By: Santiago on 15 noviembre 2009
at 02:54