Corría el año de 1970… En Ceuta se celebraba la cena de gala para nombrar la Maja de Ceuta. Hotel Ulises, Calle Camoens…
Aquella noche…
La organización me invita a cantar. Me dicen que estoy invitado a cenar y que iré amenizando entre plato y plato. Puedo llevar acompañante y se lo digo a mi amigo y entonces compañero de estudios Jose Carlos.
La noche tuvo mucha guasa: Comienza la cena… los camareros sirven entremeses y una persona de la organización se acerca discretamente y me dice: – “Carlos, me dicen que tienes que cantar”. Subo al escenario y canto una canción. Cuando bajo y voy a la mesa, ya han retirado los entremeses. Pasa un rato y viene el camarero con la sopa. No hago más que empezar a tomármela cuando de nuevo me dicen que debo subir a cantar…
Y así ocurrió también con el segundo plato y hasta con el postre. Cuando terminé de cantar lo único que servían era whisky, todo el whisky que quisieras… barra libre con el estómago vacío. No exagero lo más mínimo y Jose Carlos puede corroborarlo.
Como se puede suponer la noche no acabó muy fresca. Bueno, en realidad, fresca lo que se dice fresca, sí, porque acabé asomado a la muralla del Paseo de las Palmeras, de madrugada… arrepintiéndome del whisky bebido.
Esta fue la parte simpática de la noche: no cenar, cantar mirando de reojo al camarero mientras retiraba mi plato y luego coger una “buena” de whisky.
Pero hubo algo un poco menos gracioso.
Yo tenía 17 ó 18 años y para aquella ocasión mi hermano me había prestado un traje azul oscuro muy bonito que tenía. Cuando después de la cena comenzó el baile y las copas, mientras bailaba con algunas amigas que andaban por allí, me enganché la rodilla con un clavo asesino que sobresalía de los tablones del escenario que habían montado…
No recuerdo si me pagaron aquella noche. Supongo que no, porque me invitaron a “cenar”… Así que lo único que gané fue un siete en el pantalón del traje de mi hermano.
Te saldría una actuación expectacular, que se sepa, nunca se habla de lo que comió el artista para hacer una obra de arte, mas bién se suele hablar de lo que no comió, o también de lo que bebió, como en este caso. Seguramente a las majas, les pareciste muy majo.
Por el siete no te preocupes, ¿ quién no le ha ocurrido alguna vez?, a mí la semana pasada, una gavilla de una piscina en construccón, un siete perfecto, en un pantalón nuevecito, y encima la bronca en casa, que es lo peor, ese día metí en la lotería ese número, pero salió el tres.
By: santiago on 11 mayo 2008
at 19:31
Graciosa historia.Curiosa combinación
de música,niñas,whisky y siete en el pan-
talón.Mamá seguro que con sus manos
disimularía aquel roto imprevisto.
Tengo otra historia que…
Que llamaré EL CENICERO, a ver si encuen-
tro un hueco y nos reimos…
By: José Antonio on 12 mayo 2008
at 08:24
Carlitos: No te quejarás,historias
veridicas como diría Paco Gandía.
Creo que podemos enlazar ya algo
con divertidas historias.
La semana que viene…
EL DUO DINAMICO Y LA GINEBRA CON VOLAORES… pero la semana que viene
porque hay que trabajar.Un Beso
By: José Antonio on 12 mayo 2008
at 18:49
Es cierto, Santi, con el estómago vacío y con algo de alcohol (poco) se canta mucho mejor. Y además, el hambre te activa el cerebro para crear. Los estómago bien repletos hacen poco arte…
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Bueno, pues he recortado dos historias de estos comentarios, porque las dos me parecen dignas de ponerlas en portada. Una (por orden de llegada) la de mi primo Josechu, y dos, la de mi hermano Jose Antonio.
Paso a ello, en dos veces, en dos días.
Gracias a los dos por vuestras historias vividas y vivitas en nuestro recuerdo.
Un abrazo
By: caberna on 12 mayo 2008
at 19:32