Rosario ya no miraba tanto al mar. Sentía escalofríos pensando que en el fondo de tanta belleza azul estaba su marido.
Un día, al despertar, vio a Pepito acurrucado y decidió luchar por él. Llamó a las puertas de las casas y se ofreció para trabajar en lo que fuera, fregando, planchando, cuidando ancianos.
Mi madre, siempre tan caritativa y dulce viendo los problemas de Rosario, la aceptó, bueno más bien la recogió en nuestra casa, a ella, a Antonia y por supuesto a Pepito que se convirtió en mi amigo inseparable en mucho tiempo.
Todo era normal. Mi madre se divertía con las historias de las hermanas y ellas ayudaban en la casa, con mi hermano Fedete y pensando ya en Carlos, a punto de nacer.
A mi padre siempre le gustaba darme sorpresas. Cada día aparecía de la oficina con algo en la mano escondiéndolo por detrás. Aquél día trajo un gato. ¡Un gato! Qué bonito. Blanco, de Angora, con un tacto suave que todos querían tocar.
Pepito y yo saltábamos de alegría y nos peleábamos por tener el gato. Pero el gato era eso, un gato que también empezaba a hartarse de tanto manoseo.
Un día el gato me mordió en una oreja. Era lo que más me sobresalía de la cara. De ahí mi mote en «don Antonio» y mi padre se lo llevó dentro de una vieja caja de zapatos. Lo dejó junto a la tapia del Hospital Militar y nunca más se supo.
Rosario cocinaba muy bien. Siempre nos sorprendía con algún plato especial escatimando el poco dinero que había.
Un día, con alegría exclamó: -Hoy arroz con conejo, señora.
A la pregunta de qué de donde había salido el citado manjar, respondió: -Un regalito que me han hecho.
Todos comimos felices, hasta Pepito reía por fin. Al final, para rematar, unas naranjas del puesto de Encarna. Cuando ya nos sentamos a reposar la comida, Rosario no pudo aguantar más y casi llorando explicó: -Señora, el conejo que acabamos de comernos y que tan bueno estaba ERA EL GATO QUE MORDIÓ A ANTOÑITO EN LA OREJA.
Cincuenta y cinco años después de la historia anterior un Ministro del ya democrático Estado Español aconsejaba por Televisión la alternativa de comer conejo, por ser mas barato, en sustitución de otras carnes que por efecto de la demanda, iban al alza en precios.
No pude resistir la tentación de recordar a Rosario, Antonia, Pepito pero sobre todo a …… MI GATO
Jose Antonio.
Buenísimo, me he tenido que reír.
Un abrazo
By: Javi on 3 abril 2008
at 07:21
¿A que si? Las historias que están apareciendo de aquel viejo barrio tienen algo especial. Son a veces tristes, otras graciosas, pero siempre muy muy entrañables.
Un abrazo, Aquiles. Supongo que estarás muy liado últimamente con tu trabajo de cerrajero (intentando abrir puertas…) porque no te leo nada nuevo en tu blog. Ánimo, seguro que triunfas, es cuestión de empeño y un toque de suerte (aunque ya sabes que tu hermano dice no creer en la suerte, sólo en el trabajo…)
Bueno, y ahora, porque me da la gana, pongo aquí un enlace a la página web de este Javi que vive en Bruselas intentando abrirse camino como fotopress o fotojournalist o como quiera que se diga, el caso es que es periodista y fotógrafo, ea. Podéis ver sus fotos aquí http://bernalrevert.carbonmade.com/
By: caberna on 3 abril 2008
at 18:12
Buenas las fotos.Es nuestro relevo.
El Mundo está ahí.Sácalo fuera.
Besos a Javi Bernal Revert.
By: José Antonio on 4 abril 2008
at 09:32