De visita en una tierra extraña
que no pronuncia las haches aspiradas
y que nada entre las eses líquidas
que inundan el aire que respiro,
cierro los ojos y vuelvo a mi patria.
Oigo sonidos que vienen de muy lejos,
voces de infancia, vientos sonoros,
trozos ajados de lo que uno ha sido.
Olor a Myrurgia y a tabaco negro,
a un barrio con cuestas y amor de brasero,
a discos dedicados y al “zorro zorrito” en la radio.
Oigo a mi madre llamarme suavemente,
“levántate hijo, hay que ir al colegio”.
Vuelvo a unas voces sin haches aspiradas,
y entre las aguas de sus eses líquidas,
me veo nadando una infancia caballa.
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