Leí con interés lo que decía mi querida África sobre este Vinagre y rosas de Sabina. Y aunque suelo fiarme muy mucho de su certero tecleo que no suele equivocarse y cuando apunta y dispara casi siempre suele acertar… no obstante, por viejo más que por diablo, o por las dos cosas al tiempo, fui como un rayo a pegar la oreja donde el mencionado vinagre sabinero.
Un poco antes ya me había cruzado con una crítica de esas que hacen los entendidos en estas cuestiones, maestros en el arte de clavar finas agujas entre las uñas de los artistas o de sobarlos asquerosamente si la ocasión lo merece. Y uno –sin idea de estas cosas- pues va y piensa: “Bueno, éste maestro debe entender de esto”. Y me leo la dicha crítica con respeto y con la atención debida, pero –eso sí- con la mosca detrás de la oreja como el buen desconfiado que soy, porque si no suelo casarme con mi padre, lo hago mucho menos con los maestros de la crítica que usan su pluma para emplumar más que para escribir.
Escéptico ante los críticos, puse el gesto torcido y los ojos de incrédulo, los mismos ojos que se me suelen ver ante un vendedor de enciclopedias o un político que arriba al escenario de su vida para vendernos su pócima milagrosa, solución a todos los problemas.
Y hablando de críticos, nunca entenderé a los que hablan de música, de libros, de arte en general … en vez de hacer música, escribir libros y hacer cultura de verdad. Estos críticos de tres al cuarto siempre me han parecido artistas frustrados que derivan hacia el hacha cortadora de cabezas al no haber podido sacarle una nota agradable a su guitarra o un párrafo digno de ser leído a su primer y único libro (ése que ellos llaman pomposamente su “opera prima”).
Bueno, pues mientras escribo estas líneas me siguen llegando los olores del vinagre y las rosas que ha machacado Sabina en un mortero y al que luego han ido aderezando su benditos músicos de siempre (y que no le falten) con sus guitarras sabineras que tanto me gustan. Por cierto… cada vez que intento escribir “sabinera” mi ordenador (¡qué listo!) me corrige y escribe “salinera”. Bueno, también podría dejarlo, porque salero no le falta a este genio de Úbeda.
Ya ha terminado el disco de sonar en Spotify y ahora aplico mi fórmula mágica para ver si me ha gustado algo o no: ¿Me he quedado con ganas de oír más? ¿He acabado hasta el gorro y pienso que por fin se ha terminado?
No, amigos, me he quedado con ganas de seguir escuchando estas canciones. Por lo tanto, para mí vale, y mañana iré a buscar el disco para comprarlo.
Gracias por la entrada, África, que me ha llevado a salir un poco de mi flojera natural y escribir.
Uf, menos mal Caberna que te ha gustado, porque yo con Sabina suelo ser como con Almudena Grandes y Almodovar, me gustan siempre, soy parcial, subjetiva y en el caso de Joaquin enamorada. Que a un músico como a ti le guste dice mucho del disco,
gracias por el enlace Carlitos.
By: Africa Puente Cristo on 2 diciembre 2009
at 00:01
¡De nada, señora, ha sido un placer!
Y cuídese muy mucho de estos vendavales que soplan estos días por su querido Puente Cristo.
Un beso.
By: caberna on 3 diciembre 2009
at 22:19
¡Me encanta cuando das un palmetazo encima de la mesa! ¡Sí, señor!
By: Milano on 2 diciembre 2009
at 09:33
Bueno, compadre, ya sabe usted que voy siendo ya maestro viejo y por tanto no están muy lejos en mi memoria aquellos palmetazos que daban los nuestros -los maestros, digo- en sus viejas mesas de profesor. Ahora, por suerte, ya tenemos cañones conectados a ordenadores para proyectar las imágenes necesarias en la didáctica diaria… ¡Pero yo me sigo acordando de los maestros viejos y de sus palmetazos en las mesas… que alguno habría que dar de vez en cuando!
Un abrazo y gracias por llegarte.
By: caberna on 3 diciembre 2009
at 22:24
Estaba yo leyendo esta apasionante entrada, y no sé por qué, me ha venido a la memoria aquella costumbre que tenías de plegarte el labio inferior con los dedos índice y pulgar mientras te concentrabas en prestar atención a algo. Así te he imaginado leyendo a este «Criticón llamado Don Juán Puchades». Luego, he imaginado, que quizás has pensado: voy a dejar de juguetear con mi labio, y con estos mismos dedos le voy a retorcer la oreja al critiquillo este.
Aunque, yo pienso, que lo mejor para un crítico musical es romperle una guitarra en la cabeza.
By: Santiago on 2 diciembre 2009
at 22:38
Me sorprende tu memoria de elefante… y que recuerdes ese gesto que a veces repito inconscientemente. Y bueno, sí, de vez en cuando le tocan a uno la fibra sensible y pego un bote… pero la verdad es que cada día menos, cada día me cansan más, me aburren más tanto incompetente como aflora en esta ridícula sociedad (de autores) que vivimos.
¡Es verdad, querido vecino, os echo de menos a ti y a tu familia tocando el piano, cantando y disfrutando del arte y me sobran tanto Ramoncín (por poner un ejemplo) que anda suelto! Ahora entiendo porque sonríe la Gioconda… y Júpiter devora a su hijo…
Un abrazo.
By: caberna on 3 diciembre 2009
at 22:31
No soy yo mucho de Sabina, pero curiosamente, cuando por casualidad le he oído cantar, siempre me he quedado enganchada hasta el final :-).
Esta canción que Africa puso en su blog…me ha gustado también.
Besos
By: Gebirg on 8 diciembre 2009
at 00:31