De paso

Ya sé, ya sé que vengo poco por aquí últimamente. Apenas paso una vez a la semana y todo son prisas. Leo las últimas entradas de mis incondicionales (o sea, a los que no les pongo condiciones, quiero decir), les escribo algún comentario rápido (más que nada para que vean que sigo de cuerpo presente) y a otra cosa.

Me falta tiempo, me faltan ganas de contar y me faltan cosas que contar. A mi alrededor no suelen ocurrir muchas cosas de esas que son divertidas. Bueno, siempre hay anécdotas con mis alumnos, que suelen ser una fuente inagotable, pero no me parece que sea para contar aquí; como mucho en una reunión reducida, familiar o con amigos, pero aquí tal vez alguno podía leerlo y ofenderse.

Se me ocurren cosas, claro, como a cualquiera; la mente está siempre ahí dando vueltas y eso… Pero luego pienso: ¿A qué contar? Bah, si esto es una tontería, anda, anda, déjate de chalauras…

¿Comentarios de política? Bueno, siempre tengo algo que opinar sobre el cada día: Lo que ha dicho uno, lo que le ha contestado el otro y lo que me parece a mí el circo mediático en el que andan, más propio de un programa de telebasura que de algo tan serio como debiera ser la actividad política, la lucha por el bienestar de todos los «ciudad-anos-anas» de esta bendita tierra. Pero no me apetece daros la vara con insultos y comentarios que convertirían este lugar pretendidamente pacífico en un local sórdido y relleno de blasfemias e insultos, más próximo a aquellas antiguas barberías donde solían pelarse no sólo las barbas de los clientes sino también las entrañas de los ausentes.

¿Hablar de mí, de mi vida o de mis cosas íntimas, privadas? ¡Anda ya, hombre! Si quiero chismorreos pongo Antena Rex o Tele Hinco.

Así es que hoy he pasado por aquí y de paso os cuento que no tengo nada que contaros que -así, a priori- pudiera parecer interesante o digno de contar. Nada.

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