Posteado por: caberna | 22 agosto 2009

El juez Nolan (Escrito por Santi)

Casi todos los días, al caer la noche nos solíamos reunir en el mesón Don Manuel, en la calle Sancha de Lara. Era un local decorado estilo mesón, todo de madera, en las paredes colgaban utensilios ya en desuso utilizados en las labores de la agricultura. Unas cuantas mesas adosadas a la pared, una litografía a plumilla de la Málaga antigua, demasiado grande, coronaba a los que se sentaban en ellas. Una barra de madera maciza atendida por dos charlatanes camareros, siempre de bromas, perfectamente uniformados y unos taburetes, que nunca supimos si estaban atornillados al suelo o es que pesaban demasiado. Para aquella época (hace treinta y seis años) era lo más chic de la ciudad.

Una tarde iba yo a reunirme con mis amigos en este sitio, todavía no había anochecido del todo, en aquel entonces, en la calle se percibía aún el olor de las flores, en los naranjos que adornaban las aceras florecía el azahar, la gente olía de otra manera, (ahora huele a sebo), y al subir los dos escalones del establecimiento, me chocó que un señor vestido de smoking, con pinta de extranjero, de casi dos metros de estatura, sentado en un taburete estuviera inclinado hacia un lado, a punto de caer al suelo, me puse a su lado, por si acaso, miré al camarero y me hizo señas que no sabía lo que le pasaba, le quité la copa de cognac que tenía en la mano y traté de enderezarlo, me miró con aquellas cejas blancas y pobladas, y dijo un -perdón- casi inaudible; se había quedado dormido. Aquél señor rondaba los noventa años, aunque se conservaba muy bien. Me dijo en un perfecto castellano:

– Hemos estado mi esposa y yo en una comilona bastante copiosa, con unos amigos, a lo que no estoy acostumbrado.  Soy de los Estados Unidos,  Andrew Nolan -me dijo al tiempo que me daba la mano-, Santiago, -le dije yo-. Estamos alojados en el Hotel Málaga Palacio, estoy esperando a mi mujer para ir a no sé que sitio que bailan flamenco.

Le hizo señas al camarero para indicarle que deseaba invitarme a una copa. Mientras me bebía la cerveza, siguió con su retahíla, a la que no hacía mucho caso, hasta que me dijo que había sido juez en el Chicago de los años veinte.

-Sí, sí, como has oído, fui juez en plena ley seca, tuve que mandar a la cárcel a unos cuantos capos de la mafia, lo que pasa es que tenían unos abogados muy listos y los sacaban enseguida bajo grandes cantidades de fianza. Conocí a Eliot Ness, era un trepa, lo único que perseguía era poder detener a Al Capone para subir en el escalafón y colocarse medallas. Otro tipo que conocí fue Sam Giancana, era un feroz ganster sin escrúpulos. Este elemento tuvo una historia con el padre de Kennedy; por lo visto, éste no había satisfecho unas cantidades a otro mafioso y fue advertido que lo iban a quitar de en medio, Kennedy pidió ayuda a Giancana y ya no lo molestaron más. Años más tarde, cuando JFK una vez en la presidencia, y su hermano Robert fiscal general del estado, persiguieron las actividades mafiosas, parece ser que este Giancana tuvo mucho que ver con el asesinato de JFK y también de Robert.

Al Capone

Al Capone

La ley seca, en vez de eliminar los problemas, los aumentó. Había gente sin escrúpulos que se enriquecieron a costa de fabricar bebidas alcohólicas sin el menor control sanitario. A todos esos personajes, que salen en las películas, y en las novelas, los conocí o tuve que ver algo con ellos, Frank Nitti, Lucky (buena suerte) Luciano, Al Capone (Scarface)… Presencié varias refriegas y cómo tableteaban las Thompson que disparaban desde los estribos de los coches y caían abatidos delante de mí los de la banda contraria.

Apuró su copa de Napoleón, miró a mis compañeros que estaban absortos oyéndole y levantándose del taburete nos dijo:
– Sed buenos.
Nos asomamos a la puerta del bar para despedirle y ya venía la esposa a buscarlo. Por cierto, era igualita a Doris Day.

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Respuestas

  1. Bueno, bueno… como véis nuestro querido redactor Santi se adentra hoy en el Chicago de los años veinte. Me gusta eso de las «Thompson tableteando desde los estribos de los coches…»
    Gracias por tan refrescante relato, amigo.

    Un fuerte abrazo a la sombra y con una cerveza helada en la mano.

    PD.- Perdona, Santi, el retraso en la publicación, pero ya sabes… en agosto todo funciona a un ritmo mucho más lento (cuando funciona, claro)

  2. ¡Anda ya, estás de coña!

    Je, je, je… por un momento pensaba que era una cosa verídica como la vida misma, que servidor se lo cree todo. Bonito, páisa, muy bonito.

  3. ¡Qué ganas tengo que llegue el invierno duro y crudo! Lo malo es que me lo paso pensando en el calor que me queda que sufrir en el verano, y así no hay quién viva.
    ¡Quién pudiera dase una ducha de cerveza fresquita!

    Milano, la historieta es completamente cierta, desde que ví al tío combado hasta que vimos a la doble de Doris Day, si fuese ficción lo diría como hago siempre, y si no, llama a mis amigos los testigos y se lo preguntas (si los encuentras).
    ¡Andestarán!

  4. No podía ser «ciencia-ficción»!! Si yo hasta estaba viendo el mostrador de madera, la cara del juez con los ojillos irritados y a Santi con la mano en su hombro haciendo de punto de apoyo 🙂
    La doble de Doris Day también rondaba los 90?
    Un abrazo


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