Siempre me llamó la atención la escueta y simple frase «Descanse en Paz», o «RIP» que le suelen colgar al que deja este mundo; aunque lo enterraran en una hormigonera con movimiento eternamente uniforme, me parece a mí que iba a tener poca guerra el pobre exánime.
Ahora, que ya no existe el infierno, proclamado por el sabiondo Juan Pablo II, al tiempo que nos quitó una juerga descomunal, nos entronizó a la diestra del Todopoderoso, y ahí, cualquiera es el guapo que levanta la voz, o cuenta un chiste verde y no digamos mirarles las nalgas a las vedettes que en sus tiempos fueron.
Desearía proclamar desde este humilde púlpito, aunque en su día tuviera a un comentarista tan ilustre como Adrián Vogel (el del Mundano), que esta consigna, o más bien sentencia, le sea atribuida desde ahora a los recién nacidos, ya que el deseo y el ideal de todo mortal, es que lo dejen descansar en paz, y no estar continuamente en movimiento desde la más tierna infancia, tener los dedos de las manos como culebrillas inquietas, y si no hay nada mejor que hacer con ellos, tamborilear en cualquier superficie para llevar el compás de cualquier canción de Carlos Bernal o de Facundo Cabral, o los labios, cuando no están besando o hablando, están silbando, o siendo mordisqueados por los dientes. El corazón, que a algunos les dura más de cien años pulsando cada segundo más o menos, -¿qué maquinaria aguantaría eso?, ni estando parada duraría tanto. Los pulmones, tomando aire y soltándolo, -qué tontería ¿no?, dejemos un clavo de hierro a la intemperie, es decir a la acción del oxígeno, con el tiempo, solamente quedará una mancha rojiza, y algunos, los que no han fumado claro, llegarán a la vejez con los pulmones como nuevos. La sangre, con sus recorridos invisibles, los antiguos creían que la sangre estaba quieta como en pequeños globitos, hasta que llegó Miguel Servet, y dijo: Eureka «Eppur si muove», perdón, eso lo dijo Galilei, a Servet lo quemaron vivo los de los globitos, a Galilei, casi. El estómago, removiendo los alimentos sin parar, otro movimiento uniformemente continuo…, para algunos. El llevarse la cuchara o el tenedor a la boca, tres o cuatro veces al día, tener que ingerir cantidades descomunales, gigantescas de sustancias de diversas estructuras, colores y sabores, también líquidos infinitamente variados.
El día 25 de Julio de 2050, el día de mi primer centenario, cuando mis nietos me pregunten que deseo de regalo, les diré:
– Quiero que hagáis cuatro montones, uno, de todo lo que me he comido en estos últimos cien años, otro con todo lo que he defecado, otro con todo lo que he bebido y otro con todo lo que he orinado, bueno, para los líquidos habría que construir unos embalses como una plaza de toros, si no tenéis capacidad para hacerlo físicamente os permitiré que me lo mostréis virtualmente. Ese día, con el Párkinson, todo mi cuerpo será una veleta al viento, aprovecharé para coger un soplillo y apagar las velas de la tarta.
El día 25 de Julio de 2250, todavía se podrán leer las borrosas letras que pusieron a modo de epitafio en mi tumba:
«POR FIN DESCANSAMOS DE ESTE PLASTA”.
Santi.
… Y es que, mi querido amigo Santi, todo está en movimiento constante. Tal vez, el más gracioso sea el de estar constantemente llevándose la cuchara a la boca.
Mañana volveré a leer la entrada, esta noche es un poco tarde y ya no doy pa más…
Un abrazo.
Carlos
By: caberna on 12 agosto 2009
at 01:24
Descansa un poco vecino, haber si vas a ser tú los que más se mueven.
Curiosamente te mandé un dibujito de un hombre llevándose la cuchara a la boca en un movimniento sin fín, no sé si lo recibirías.
Es curioso, el cuerpo humano entero está en continuo movimiento, el pelo en constante crecimiento, las uñas, el cerebro llenandose de cadáveres de neuronas, los párpados, el tímpano, la piel, cada quince años es renovada.
Perdón ya iba a empezar otra vez, pero es que el tema da para un tomo gordo ¡eh!
By: Santiago on 13 agosto 2009
at 20:13
Me temo que volvemos a tener infierno, páisa…. lo ha dicho Ratzinger, el nuevo Papa, y esta gente no suele equivocarse.
http://lacomunidad.elpais.com/milanlomo/2008/1/9/el-infierno-existe-y-es-eterno
Por lo demás, je, je, je… alguna vez he intetado calcular precisamente eso, la cantidad de comida que he podido digerir. ¡Y eso es increible! y fascinante al mismo tiempo.
Un abrazo
By: Milano on 12 agosto 2009
at 09:44
¡Uf! menos mal, ya me veía rodeado de meapilas toda la eternidad y rezando el rosario…Ora pro nobis, Ora pro nobis.
La idea de presenciar la cantidad de alimentos que hemos tomado en nuestra vida no es tan descabellada, si ya sabemos lo que nos va a ocurrir, las enfermedades que vamos a tener, si se nos caerá el pelo o los dientes, como no vamos a poder recopilar todo lo que nos hemos metido por nuestra boquita.
By: Santiago on 13 agosto 2009
at 20:22
Muy bueno!! 🙂
Pero…sabes, Santi? A personas como tú, creo que siempre se les echará de menos, así que me temo que no cumplan con tu epitafio!
Un abrazo
By: Gebirg on 12 agosto 2009
at 12:44
Yo tengo encargado que me vaporicen, y que me dejen flotando entre las nubes, y las pocas cenizas las barran y las tiren a la basura o por el retrete, así que pocas lápidas me van a colocar.
También me gustaría que me mandaran en una cápsula al espacio, y luego me desintegrara al entrar a la atmósfera, como anoche, que presencié una estrella fugaz, pero de las gordas, se dibujó a todo lo ancho del cielo una línea de fuego, y ví como un bólido del tamaño de un ladrillo desaparecía en décimas de segundo.
¡Maravilloso! las Perseidas.
By: Santiago on 13 agosto 2009
at 20:30