Detrás de la calle Terraplén, yendo hacia la playa por «la rocha» (el terraplén), en dirección al Cerrillo, iba cualquier niño, mujer u hombre caminando con el cubo de la basura en la mano. Y no tenía que ser a partir de las nueve de la noche, qué va, era a cualquier hora del día. Al llegar al «vacie», que era un cuadrado de ladrillos construido en el suelo aprovechando el desnivel del terreno, volcábamos el cubo con todo su contenido: orgánico, líquido, sólido y lo que fuera menester.
El mencionado vertedero vecinal, que debía tener algo así como cuatro metros cuadrados por dos de profundidad, no estaba a más de cien metros de las viviendas, así que su perfume llegaba con perfecta identificación hasta cualquier ventana, sobre todo en verano.
Además, lo que no caía dentro, se precipitaba rocha abajo, dejando un sembrado imponente de basuras que más tarde las cabras de Jenaro se encargarían de limpiar. Y como todo se reciclaba, después los vecinos nos bebíamos la leche de aquellas cabras. Para completar la estampa ecológica, me falta situar a los chicos del barrio -servidor también, por supuesto- en torno de aquel pequeño vertedero, jugando sin ningún problema.
Luego llegaba el camión de la basura (¡qué lástima que no tenga una foto!) que los mayores recordareis como una especie de bodega abierta por el centro y con un señor con botas de agua y una pala en la mano, chapoteando en medio de las basuras. Aquel señor se bajaba del camión, se introducía en el vacie y con su pala iba lanzando la basura hasta lo alto del camión. Aquel hombre -al que recuerdo perfectamente- debía estar inmunizado contra todas las malarias del mundo, porque si no, no me lo explico.
Luego, claro, los niños, al final del día, teníamos que pasar por el baño irremediablemente, pero también «simplemente». Quiero decir que no teníamos mascarillas (o «tapabocas») ni ninguna otra medida higiénica para defendernos de tanta infección como debía haber por el aire. Y no nos pasaba nada de nada, ni un catarro cogíamos, oiga.
Pensaba en todo esto el otro día, mientras veía imágenes de la actual pandemia de gripe tipo A (como el equipo A). Y pensaba que si ahora mismo, en esta época en que todo lo compro envasado al vacío y superesterilizado, ahora que no tenemos un microbio vivo alrededor, me trasplantase de pronto a vivir en mi viejo barrio en aquellas condiciones… creo que duraría vivo diez minutos antes de coger el tifus o la peste negra.
Y es que creo que tanta asepsia es tan mala como demasiado descuido higiénico. Los de aquella generación estamos más fuertes que un toro debido principalmente a que crecimos fuertes, en contacto con la naturaleza y no envasados al vacío como los niños de ahora.
Menuda paradoja: En la época de los grandes avances científicos, en la era de la investigación con células madre… nos puede matar un catarro un poco fuerte.
Y no le llamemos gripe porcina, que ya los rusos no nos quieren comprar jamones…
Qué bueno.
No sé si te conté: en Bruselas no hay contenedores. Dos días a la semana, la gente deja las bolsas en la acera, junto a su puerta.
Y claro, esto parece Delhi. La calle se llena de basura.
Consecuencia lógica:
¡No hay ni un solo enfermo de la gripe esa! ¡Ni uno!
By: Javi on 5 mayo 2009
at 20:55
Es curioso, ya me habías contado lo de Bruselas, pero no deja de sorprenderme que en el centro-centro administrativo de nuestra Europa (en la que pocos creen) no haya contenedores de basura. Está, por tanto, en un estadio anterior, pues aquí sacábamos la basura a las aceras hace años, antes de que a algún lumbrera (llámese político de turno) se le ocurriera la idea del contenedor como recipiente acogedor de nuestras miserias orgánicas diarias. No sé, no sé, tal vez podías sugerirlo al oído de algún mandamás al tiempo que le haces una foto-press y lo mismo te retiras forrado (con la idea del contenedor, digo). Oye, que con menos se montó Las Vegas y ahora fíjate la de giris que juegan allí. Bueno, me voy, que desbarro mucho…
Un beso, guripa.
By: caberna on 8 mayo 2009
at 20:46
Pues tienes razón, creo que le hemos dado demasiada importancia a la gripe esa y lo único que conseguimos es asustarnos.
Gracias a Dios convivmos con miles de virus y seguimos vivos. Y yo nunca me vacuno, por ahora…
By: Africa Puente Cristo on 5 mayo 2009
at 22:58
Pues sí, África, convivimos con miles de virus y seguimos vivos. Pero seguiremos tomando esas sustancias tan naturales y que tanto nos vacunan contra todo virus: Jamón serrano, ajo, aceite de oliva, vino tinto, sardinas, etc, etc. ¡Y las vacunas en la Farmacia, para el que no tenga más remedio! De momento, aguantamos.
Un beso y gracias por pasarte por este tu rincón.
By: caberna on 8 mayo 2009
at 20:50
Y aquellos dos puentes de los suspiros, uno para el tren y otro para los automóviles, por donde fluía un arroyo de aguas cristalinas, bordeando su cauce una explosión de olorosas flores silvestres. Más allá, una simpática granja de cerditos, diríase amaestrados por sus dueños, para que no salieran del cuchitríl y asustaran a los pequeñuelos que jugaban por el prado. ¡Qué bucólica estampa!, si no fuera por los globitos blanquecinos que de vez en cuando se quedaban varados en la ribera o en cualquier remanso, con el desconcierto de los más jóvenes, sin saber qué significaba aquello. O reventaba la alcantarilla por la fuerte presión, y quedaba a la vista y al olfato una cascada de parduzcas aguas malolientes.
Por lo demás aquello era la viva estampa de un paraiso.
Pués sí, un paraiso comparado con la miseria con la que tienen que convivir millones de personas en nuestros días, en este nuestro mundo, donde mueren de enfermedades perfectamente erradicables y nadie hace nada. Ahora nos ha tocado a nosotros.
Mientras no acabe esta clasicismo de la muerte, la humanidad entera estará expuesta a estas contingencias. Así que: O todos, o nadie.
He ahí la cuestión.
By: Santiago on 6 mayo 2009
at 21:32
Unos recuerdos un poquito asquerosillos éstos que nos traemos a partir de la dichosa gripe… Pero es cierto, aquella vida no inmunizó contra todo. Y aquí seguimos, dando la lata mientras podamos y nos dejen.
Un abrazo, amigo
By: caberna on 8 mayo 2009
at 20:52
En la orilla del otro mar, cerca de playa Benítez, pasaba algo parecido. Cada huerto tenía su estercolero particular, y los dueños nos dejaban echar las basuras en el montón… y pasado el tiempo se había convertido en un estupendo compost…
Se ve que cada época se ajusta a lo que tiene, ¿verdad?
En el huerto que había detrás de mi casa, en Villajovita, el anterior habitante, que era visitador médico, tiraba los medicamentos caducados. Y, claro, al cabo de los años, cuando llegué, cada vez que yo escarbaba un poco salían a la luz unos botecitos preciosos, precintados y llenos de polvitos que olían a diablo. A lo mejor yo soy químico porque en ese subsuelo encontraba tales botecitos de vidrio…
By: Milano on 7 mayo 2009
at 10:05
Estoy seguro de que aquellos botecitos que encontrabas al escarbar un poco detrás de tu casa son los culpables de que eligieras profesión tan inquietante… Y seguramente también aquellos botecitos «que olían a diablo» expliquen otras muchas cosas… (jejej)
Un fuerte abrazo, compadre.
By: caberna on 8 mayo 2009
at 20:56
Curiosa y feliz vida aquella nuestra.Para
otras generaciones pueden ser batallitas
pero puedo asegurar que lo del vacie es
un retrato total junto con las cabras, los
cerditos,los partidos de fútbol con un balón
hecho de papel y cuerdas y el pan con man-
teca»Pontiac» y si acaso había con una pasti-
lla de chocolate «La Negrita» dentro.
Entonces solo había alarmas reales cuando no
llegaba para comer.Los microbios no viajaban
porque los paises estaban cada uno en su sitio,
sin moverse.Ahora hay que asustar a medio
mundo,es el sistema,crisis,paro,especulación,
el Barcelona ganando todo,y luego más crisis,
más paro,más especulación y a lo mejor, que
el Barcelona pierda por fin algo.
Creo que la gente,quizás por ignorancia,eran
antes más felices,seguro que si…
By: José Antonio on 7 mayo 2009
at 10:21
Pues completamente de acuerdo contigo, hermano. A veces oyes a la gente comentar: «Pues estas cosas no pasaban antes». Yo creo que lo que ocurría es que no nos enterábamos de tantas cosas como ahora, por la tele, internet, la radio… La diferencia es que la pobre Tierra ya no puede tragarse tanta porquería como llevamos siglos exigiéndole que trague… En fin, mientras nos dure la vida, que seas muy feliz, tío.
Un fuerte abrazo.
By: caberna on 8 mayo 2009
at 21:00