En el mundillo de la música se dice que «no hay nada peor que haber sido telonero de Los Pecos». Bueno, yo creo superarlo si os digo que no hay nada más cutre que haber sido telonero de Francisco. Os contaré una historia de esas que de vez en cuando, «solo de vez en cuando» me gusta sacar del baúl de los recuerdos.
Corría el año de nuestro señor de 1995 cuando las autoridades locales de nuestra querida Ceuta me llamaron para cantar en la feria. El artista invitado aquella noche sería Francisco y efectivamente yo sería su telonero. La idea no me gustó en principio ya que los estilos de música no tenían nada que ver, pero bueno…
Ya no recuerdo muy bien si fue el 4 o el 5 de agosto cuando, acompañado de mis inseparables Domingo y Juan, me planté en el nuevo escenario que para los actos feriales se había construido en los terrenos ganados al mar, allá en la Marina. Contábamos con el equipo de sonido que el amigo Manolo Alba nos instalaría y que nos proporcionaría miles de vatios de potencia. Era emocionante volver a la feria de Ceuta y sonar de aquella prometedora forma. La noche anterior a la actuación visitamos el lugar y, efectivamente, aquello sonaba a gloria bendita. Quedamos con Manolo para hacer una prueba de sonido a la mañana siguiente. Y empezaron las sorpresas… malas.
Por la mañana, tempranito, el sol aún no apretaba en la Marina cuando el fresquito nos acompañó a Juan y a mí hasta aquel escenario que, lejos de presentarnos el equipazo de sonido soñado, nos mostraba el duro, vacío y gris cemento armado. A los dos se nos cambió la cara…
– ¿Qué ha pasado? Tiene que haber una explicación, Manolo no puede habernos traicionado, qué va.
Manolo tenía también mala cara cuando llegó… Parece que Francisco no quería que hubiera nada en el escenario que no fuera suyo durante la actuación, así que nuestro amigo se vio obligado a desmontarlo todo la noche anterior.
– ¿Qué podemos hacer? ¿Con qué equipo actuaremos, Manolo?
– No sé, lo único que se puede hacer es pedirle a Francisco que os deje actuar con su equipo…
No recuerdo ya muy bien quién llevó a cabo las negociaciones, aunque supongo que sería Juan, persona que siempre me sacaba de los apuros. El caso es que llegó la noche y sin hacer prueba alguna de sonido, nos subimos a tocar… El artista consintió en prestarnos su equipo, pero lo controlaría su técnico que, aleccionado, no consintió en ningún momento que mi voz pudiera sonar al mismo nivel que más tarde sonaría la de su jefe. Yo me comía el micrófono sin conseguir oírme lo más mínimo, al contrario, cada vez me escuchaba peor… Mis amigos estaban allí abajo, apoyándome, animándome entre la gente que comentaba cosas como «a quién se le ocurre traer a este tío a cantar a una feria»… Yo me desgañitaba para sonar algo, pero aquel técnico cada vez llevaba los controles más abajo…
La rabia me subía por la garganta y salía al mismo tiempo que mi voz, apagada por el poco sonido y el ruido de la feria. Hacía una noche de poniente que me secaba la boca y la garganta, así es que entre canción y canción bebía agua mientras miraba con cara de pocos amigos al técnico, indicándole con la mano que subiera el sonido; él decía que sí, el muy cínico… y tiraba hacia abajo de los controles.
Aquel espectáculo dantesco lo controlaba Manolo Anta, un (caballa) viejo conocido de los artistas locales y que se portó cochinamente. Este tal Anta era representante de artistas, el representante que cobraría porque a Francisco no le fallara nada en Ceuta aquella noche, incluyendo dejar a la altura del betún al telonero local…
Cuando terminamos la actuación, los amigos aplaudían y nosotros educadamente intentábamos corresponder a su cariño… Manolo Anta salió al escenario para casi sacarnos físicamente de allí mientras gritaba: «Venga, venga, que tiene que empezar Francisco». Si las miradas mataran, aquella noche Anta habría caído fulminado por la mía.
Mientras recogíamos nuestras cosas -con el consiguiente cabreo- detrás del escenario, empezamos a oír el sonido alto y claro, precioso, de la música que enseguida dejó paso a la voz de Francisco que sonaba como yo tenía que haber sonado…
Después… la noche de Ceuta, unas cuantas copas y el cariño de los amigos incondicionales, consiguieron endulzar la hiel que se me había amontonado en la boca.
Una de las canciones que aquella noche cantamos fue este «Yo también nací en el 53», canción de Victor Manuel que Ana Belén canta tan bien y con la que me he sentido siempre identificado… Será seguramente porque yo también nací en el 53… Ignoro si Francisco habrá leído alguna vez la letra de esta canción, pero debería…
Pobre Caberna, no quiero ni imaginarte pasando por eso. A mi Franacisco nunca me ha gustado, así que esa noche no fui a verlo.
La canción que pones, afortunadamente yo la conocía, es divina y te aseguro que puede servir para aquellos que nacimos después tambien.
Besos.
By: Africa Puente Cristo on 25 abril 2009
at 10:13
Africa, comprendo que no fueras a oír al gallito Francisco, yo tampoco hubiera ido, pero tuve que sufrirlo… Así son algunos famosillos. Y claro que esos valores que canta la canción pueden servir para cualquier época. Lo que creo que me pasa es que al ser de la década de los cincuenta y tener ahora esa edad, ando en la mitad más o menos de mi existencia y empiezo a cavilar sobre ciertas cosas que antes no me daban tantas vueltas al coco.
Un beso y gracias por pasarte por esta delegación de la calle Terraplén en El Campo de Gibraltar.
By: caberna on 26 abril 2009
at 10:20
Una vez fui telonero y me dijiste que los técnicos «se habían portado bien» conmigo.
¡Ahora entiendo por qué!
By: Javi on 25 abril 2009
at 11:12
Sí, Javi, es cierto que se portaron muy bien contigo aquella noche. Luis Eduardo Aute demostró ser una persona además de un gran artista. Te prestó su sonido, su técnico y además tuvo el detalle de decir que los dos teloneros le habían gustado y que había que ayudar a los jóvenes cantautores. Un pelotazo de tío, de verdad.
Y no veas tú cómo vibramos tu padre, tu madre, tu hermano, tu Rocío y el resto de tus amigos y amigas desde el patio de butacas. Una noche memorable la de Alhaurin que no olvidaremos.
Un fuerteabrazo, monstruo.
By: caberna on 26 abril 2009
at 10:25
A mí tampoco me ha gustado «Franacisco», una bonita y potente voz, pero sin alma, y a partir de ahora me gustará menos. Estos divos prepotentes no aprenderán nunca de gentes: como por ejemplo Serrat y otros.
La canción no la conocía, me ha gustado, yo también nací por allí.
¿Has visto los cuadros que he subido al Facebook?.
By: Santiago on 25 abril 2009
at 23:48
Lo has definido muy bien, Santi, tenía -y supongo que seguirá teniendo, aunque hace mucho que no se le oye- una voz potente pero sin alma, es decir, es de esos cantantes que los oyes y te dejan frío, ni fu ni fa.
No he visto aún los cuadros, voy ahora mismo al facebook y te pongo un comentario.
Un abrazo.
By: caberna on 26 abril 2009
at 10:27
¡Que historias! a mi Francisco me pareció siempre algo gritón,me gustan l@s cantantes con voz más melodiosa y con más sentimiento, además tu historia me confirma lo que yo siempre habia pensado,que iba de divo por el mundo
By: Rosi Sentís on 27 abril 2009
at 08:54
Creo que sí que iba de divo. Por eso no se comió ni una rosca, al final solo nos quedan los buenos como Serrat, Sabina, etc.
Me alegro de leerte por aquí, Rosi, además del facebook, que ahora estamos muy modernos, jejej.
Un beso.
By: caberna on 27 abril 2009
at 18:28
¿En el Facebook?
La gente ya alucina cuando digo que mi padre tiene un blog…
By: Javi on 6 mayo 2009
at 10:57