Final del verano. Ventana de la cocina. Los álamos blancos del parque que hay junto a mi casa dan esa sombra alargada que proporciona el sol de la tarde. Los gritos de los niños que juegan me hacen cerrar la ventana. Bendita amortiguación. Distanciamiento razonable que me permite seguir leyendo sin odiar a las criaturitas.
Venía huyendo del otro lado de la casa, del patio, donde tres niñas (que no lo parecen) de un vecino pasan la tarde del domingo gritando a todo pulmón y disfrutando de una bici o moto o coche o lo que sea con estridente motorcito de ruido infernal y que me ha levantado una jaqueca de caballo y una mala leche de vaca vieja y enferma.
Sería necesario –en momentos así- poder disponer de un mando/control de volumen general (como los equipos de sonido) y de una mano sobrenatural (un dios o algo) que redujera al mínimo el nivel de ruido del barrio. Dan ganas de salir afuera y gritar: ¿Pero es que nadie va a bajar el volumen?
La duda, esta tarde, es: ¿Cada vez hay más ruidos molestos o es que me estoy haciendo viejo?
Aunque creo que las dos cosas son más que posibles y perfectamente compatibles. Es más, me parece que son dos verdades irremediables, ambas.
Estimado Caberna,
Como le dije en mi blog, parece que estamos en la misma sintonía. ¡Que lindo que es cuando suceden estas cosas!
Muy bueno el artículo, y muy bueno el blog. Me gustó mucho la manera de describir que tiene. Un gusto realmente leerlo.
Saludos cordiales
MAJOFA
By: MAJOFA on 17 septiembre 2008
at 00:17
Hola,a mi tambien me molesta el ruido,pienso que realmente nos estamos haciendo,cuanto menos,comodones, cuando oigo a mis nietas gritar me pongo super nerviosa y me pregunto¿cómo hasta hace tan solo dos cursos era capaz de soportar una clase de 25 element@s de tre años, durante 5 horas al dia? y prometo que no me atacaba
By: Rosi Sentís on 17 septiembre 2008
at 18:46
Muchas gracias, MAJOFA, por tus comentarios. Como dejé escrito en tu blog, me gustó mucho la idea de la «máquina de dios» y nos vendría muy bien para «acomodar» ese volumen tan exageradamente alto con que a veces machacan nuestros pobres oídos.
By: caberna on 17 septiembre 2008
at 20:07
Hola Rosi, gusto en verte por estos lares.
Sí, tienes razón; parece imposible que durante tantos años hayamos sido capaces de soportar -sin volvernos locos- ese nivel de decibelios que se produce en las aulas, sobre todo en aquéllas donde hay niños más pequeños. Yo, desde que estoy en Adultos, valoro mucho este aspecto, y cuando paso por la puerta de un colegio de Infantil y Primaria… me echo a temblar.
Un abrazo.
By: caberna on 17 septiembre 2008
at 20:11
Este asunto de los ruidos es una cosa que yo llevo muy mal, sin ir mas lejos, ahorita mismo unos energúmenos me están destrozando el pabellón auditivo, están televisando un partido de fútbol, y los decibelios están directamente relacionados con las cercanías a las porterias de ambos equipos.
Curiosamente son los padres de los niños que mas ruido hacen cuando están jugando.
¿Qué engendros!
Como siempre tenemos que terminar con Don Juan:
¡Cuán gritan esos malditos, pero mal rayo me parta, si en acabando esta carta, no pagan caro sus gritos!
By: santiago on 17 septiembre 2008
at 22:38
Mi querido Santiago, cuán razón tenéis…
Pero por muchos ruidos que acalléis,
siempre vendrán otros,
-más o menos sordos-
que no os dejarán.
Loco mundo éste, Don Juan…
By: caberna on 17 septiembre 2008
at 23:55