El veinte de Noviembre de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro era sábado. Siempre, por costumbre, íbamos mi mujer y yo a comprar al mercado de Castillejos. Quizás por matar el tiempo. Quizás porque las frutas, verduras y demás viandas eran más frescas y más baratas.
Había lloviznado y el suelo del centro del mercado, al aire libre, resbalaba. Un corrillo de personas miraban unos meros inmensos que desde el suelo esperaban comprador. No pudimos resistirnos y nos acercamos a curiosear. En ese momento, alguien se acercó por mi espalda y me agarró fuertemente por mi cuello. Al principio pensé que era una broma de algún amigo de mal gusto pero no era así. Frente a mí aparecía un largo cuchillo de sierra que se acercaba a mi cuello con rapidez. Había gritos alrededor de la escena. Solo tenía fuerzas para impedir que el cuchillo siguiera su destino y ayudado con mi mano derecha y un golpe de espalda, logré tumbar al suelo a aquél individuo. Caímos los dos y el cuchillo se iba clavando en mis manos y brazos. De pronto, se levantó y tomando su arma como si fuera una espada, quiso rematarme sin conseguirlo, gracias a los saltos y golpes que le daba. En ese momento, Charo no se cómo, le quitó el cuchillo de sus manos.
Mi mujer me había salvado la vida no sin antes cortarse también. Salió huyendo entre la gente, que sin ayudar en lo más mínimo, asistía al espectáculo como si de una fiesta se tratara.
Gateando nos refugiamos en una carnicería y nos pusieron unas vendas en los brazos. Presentábamos un aspecto extraño. Las ropas llenas de cortes y el fango del suelo confundía el color de las mismas. Nos abrazamos y apartando a la multitud, conseguimos llegar hasta el coche y pasar la aduana rápidamente. No se vio a ningún policía en ningún momento.
Una vez en Ceuta, denunciamos el caso en la comisaría. En la misma tarde, policías desplazados a Castillejos, junto con los marroquíes, detuvieron al individuo, drogadicto, deportado de Ceuta que me había confundido con un policía español que por lo visto no se había portado muy bien con él.
El Veinte de Noviembre de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro nacimos de nuevo.
Jose Antonio.
Esta historia sí que la conocía, pero teníamos que ponerla aquí porque no tiene desperdicio. Desde luego, ¡Hay que ver qué cosas te pasan, tío!
By: caberna on 29 julio 2008
at 21:38
¡Cachindié, tío! Con razón no te apetece demasiado volver a Marruecos…
By: Milano on 29 julio 2008
at 23:22
Carlitos:Verás,la vida es aventura
y echándole narices hasta se pasa
bien algunas veces.
Milano: Después de esto,pasé veinte
años viajando por esas carreteras pero
ya no voy ni aunque me lo mande el
médico.Gracias a los dos.
By: José Antonio on 30 julio 2008
at 10:00
No me extraña lo más mínimo que no quieras ir.a ese o a cualquier otro lugar que te ocurra una situación semejante ¡que susto!¿no?
By: Rosi Sentís on 30 julio 2008
at 10:10
Rosi:Veo que me sigues.Me
alegra saber el interés que tienes
por las historias.Los sustos en la
vida te van haciendo más fuerte y
poder soportar otras situaciones que
sorpresivamente y sin esperar te van
llegando.A ver si un dia leo con alegría
una bonita historía tuya. Un beso.
By: José Antonio on 30 julio 2008
at 10:44
¡Ahora caigo!, por la fecha, yo creo que era el espiritu reencarnado del zapatones, y por el sitio, pués querría empezar otra guerra con Marruecos,
¡Es que estos fantasmones!
By: Santiago on 30 julio 2008
at 19:25